EL ESTIRA Y ENCOJE DEL SENTIMIENTO
- Juancarlos Gonzalez

- 19 ago
- 3 Min. de lectura

La tristeza, el enojo, la frustración y la agonía no son indiferentes al género, al sexo o al ideal, nos hemos mentalizado tanto estos sentimientos que ya los hacemos comunes, llegan hasta no incomodarnos porque es nuestro estar diario y a las personas que nos rodean vemos que sufren de lo mismo, solo hacemos caso omiso porque se ha normalizado que el ser humano vive en penuria sentimental o mental infinita.
Basta en sentarte en una parada de bus, restaurante, centro comercial inclusive en un parque, te darás cuenta al ver el rostro de las personas, la sonrisa miente, pero los ojos no, detrás de ellos ves o percibes que la realidad es completamente diferente.
Una máscara que nos cubre a todos con el objeto de esconder nuestro sentir o lo que deseamos hacer, sedemos tanto a lo que nos disgusta con el objeto de no incomodar o molestar a nuestro vecino. ¿Porque lo hacemos? Por alguna razón la vida nos ha tratado diferente a cada uno de nosotros y al momento justo llega una decisión, una vertiente, una red de opciones que se deben de pensar porque determinara el camino a seguir o sentir de la persona o actividad que nos está empujando a decidir.
Un David contra Goliat cada decisión, lamentablemente no para beneficio propio, una decisión que depende de tu persona para el resto del mundo que nos rodea. Hemos dejado vencer al dragón, por el monstruo debajo de la cama, por el qué dirán, por el miedo a ser rechazado, por la indiferencia a obtener del resultado, a la soledad, a la edad, al tamaño, a nuestra sensualidad. Nos hemos dejado apalear por la derrota, por el riesgo, por la mirada fría, por el mismísimo espejo.
Hemos dejado que la indiferencia del sentimiento inunde nuestro deseo, nuestro sentir, nuestro querer, la voz se ha callado, el espíritu a muerto, la mano se fue retirando del cielo y buscó refugio en el bolsillo para no ser vista, nuestras lagrimas se volvieron ríos secos que solo dejaron una huella negra o blanca en el desierto de nuestra piel. Nuestro cuerpo lo volvimos un saco de boxeo, nuestros sueños encarcelados porque la libertad tiene su precio.
Seguimos pensando que el sentir pena nos hace vulnerables o más aceptables, el no tener suficiente es ser indigno, no cumplir con los requerimientos o requisitos de las demás personas no somos suficientes, seguimos creyendo que la violencia es normal y que algún día cesara, que los decibeles de los gritos bajaran, el que tiene más es el que manda y lo peor es que te han hecho pensar que todo esto, es por tu culpa.
En qué momento fue que dejamos que la derrota fuera parte nuestra, porque un soneto, una pieza musical, una película, un libro, nos llena, nos inunda de fuerza, ese sentimiento que nos impulsa a que podemos contra el mundo, queremos volvernos los héroes, los protagonistas, las princesas o reinas que tienen a sus pies todo un pueblo, combatientes, un grito al cielo de satisfacción, una risa acompañadas de lágrimas, el éxito de uno es diferente para cada uno de nosotros, el hacer el cambio, el transformar de lo acostumbrado, el salir de la zona de confort le llaman algunos, yo le llamo es hacer lo que a ti te gusta, ese mismo sentimiento de fuerza es momento de canalizarlo y fortalecernos desde adentro hacia afuera.
Es hora de quitarnos la máscara, de ser quién eres, es tiempo de reinventar tu yo interno, tu personalidad verdadera, tu nombre tiene fuerza, solo tu te conoces y sabes que necesitas, levántate de donde estes y sal a buscarte, cese al miedo de no ser tu.
Pero ¿cómo lo haré? dirás tú, es paso a paso, cambia tu entorno, trata de hacer cambios pequeños pero significativos, por ti y para ti, no importa lo que hagas, pero cambia, tu yo del futuro te lo agradecerá. Dicen, una gota de agua caer no hace diferencia, pero varias pueden destruir hasta el cemento más fuerte.
Así que te espero en tu lugar favorito, un abrazo, tú puedes hacer el cambio, no hay un mañana, tú eres protagonista en esta historia.



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